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Prácticas del Habitar

Vibración sonora

Veinte minutos de tanpura

Descubro por primera vez la posición que hace variar el volumen y profundiza el sonido. Siento el nacimiento. La vibración nueva me une al sonido mostrándome imágenes atemporales. Escucho. Camino. Evoco. Recuerdo.

Me siento a oscuras en mi cueva. La nota Pa no encuentra su lugar exacto, se empalma a la siguiente nota y ambas suenan difusas. Siento a la tensión metálica contraer el diafragma. Me duelo, lo observo y descubro cómo me cuesta digerir los errores, aún a sabiendas del aprendizaje que dejan. Al instante escucho a mi voz sombría ejercer castigo, me boicotea hasta recordarme una escena de la infancia, donde la frustración ante la exigencia hicieron que abandone una práctica que disfrutaba. Siento en los tobillos cadenas que me hablan acerca de registrar las voces que parecen propias pero son ajenas. No hay voz que evite mi confianza en el sostén de la tierra.

Cada dedo, en un movimiento preciso y a una velocidad determinada, llega a su lugar en una danza que vibra única e irrepetible cada vez, liberando un sonido profundo que remueve estructuras antiguas. El descubrimiento me invita a integrar y crear.