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Prácticas del Habitar

La voz en el cuerpo

El aire entra, baja hasta el vientre por la columna y, desde ahí, comienza a subir hinchando la panza, el pecho, hasta sentir chillar las costillas. El sonido duele y expulsa a la voz desprotegida. Regresan imágenes de momentos de descuido, vuelvo a la escena y me veo perderme en mi propio lugar, entregándome al torbellino que avasalla mis límites. Emano el Ham, dando tiempo a que el dolor se convierta en acto creativo.

Suelto la voz en el tiempo que propone la experiencia, mientras lo hago, siento como mi espacio personal toma la forma de esfera y se llena de aire dándome lugar para expresarme. Me quedo presente en mi garganta, la encuentro sensible, dulce, fuerte, con antiguos gritos callados. Pide cuidado. Entrego la mandíbula a la tierra y aflojo. Recién ahí sale, sin forzar, la voz que habitaba el silencio.

Percibo como el vientre muestra los lugares donde reside el aire que se encuentra comprimido, hasta que decide dejar de retener al miedo, convirtiéndose en guardián de las aguas profundas que penetran hasta los huesos. Voy al fondo y remuevo hasta ver nacer círculos sabios que sostienen la pisada firme y blanda que renace y abraza su nuevo pulso.